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Comprar una casa. Una emoción que cambia nuestras vidas.

Nuestra vida está asociada a los lugares en los que vivimos y a las personas que vinculamos a esos lugares. Una casa es más que nuestra residencia: es un episodio muy importante de nuestras vidas, una parte de nosotros y de nuestros seres queridos.

Nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos. Nuestra casa es un escenario lleno de sueños y recuerdos, es una extensión de nosotros mismos en la que se encuentran capítulos de alegría imborrable. Plantearse la compra de una nueva vivienda es, por tanto, un hecho importantísimo en la vida de toda persona.

No se trata simplemente de una transacción como otras tantas que podamos realizar, supone un paso de profundas implicaciones emocionales. Es el principio de una etapa y el final de otra, por lo que como compradores debemos equilibrar estados emocionales entre el cariño hacia nuestro antiguo hogar y las expectativas ante lo que es un nuevo capítulo que se abre ante nosotros con las hojas en blanco.

Y es que el componente emocional es fundamental. Lo es hasta el punto de que a menudo se interpone en la mejor decisión que podemos tomar respecto a la compra de una nueva casa.

Por ejemplo: imaginemos que buscamos una casa de unas características concretas, pero en el proceso de búsqueda hallamos una vivienda de la que nos sentimos locamente enamorados. Ese sentimiento resulta bonito e ilusionante, pero nunca debe hacernos olvidar que es imprescindible no precipitarse, guardar las distancias y analizar si el inmueble cumple una serie de parámetros prácticos respecto a nuestro ritmo de vida.

El amor a primera vista, en este caso, debe tomarse con precaución. Tomemos conciencia de que una casa es un gran proyecto, uno de los más importantes de nuestras vidas.

Formar una familia también suele ser un factor que desencadena este tipo de decisiones. La llegada de un nuevo miembro suele incitar a los padres a buscar más espacio, a veces más incluso del que en realidad necesitan.

Por eso es básico mantener alerta nuestro sentido más práctico, a la vez que nos dejamos enamorar. Se trata de sentirnos seducidos y a gusto con la casa, también valorar si reúne los requisitos necesarios para adaptarse al estilo de vida que llevamos.

Por todo ello, una regla de oro sigue imponiéndose sobre el resto de argumentos: para tomar la elección correcta, «Lo mejor es escuchar a nuestro agente inmobiliario de confianza». Un buen profesional del sector barrerá el mercado por nosotros y preparará comparativas de distintas viviendas que se adapten a los parámetros que hemos facilitado. Con nuestro agente será más fácil localizar lo que buscamos y tendremos un apoyo a la hora de tomar decisiones que seguramente cambiarán nuestra vida, decisiones que de su mano podremos llevar a cabo con mayor seguridad. De esta manera, experimentaremos la emoción del cambio con toda la ilusión que comporta, pero al mismo tiempo sabremos enfrentarla con la garantía de que en un futuro sentiremos que hemos tomado la decisión acertada.

Sólo nos ocuparemos de vivir, ser felices, y de hacer que nuestro hogar siga creciendo día a día con nosotros.

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